sábado, 28 de julio de 2012



UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID 
FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA 
Departamento de Historia de América I 
LA ÉLITE INCAICA Y LA ARTICULACIÓN DEL 
TAHUANTISUYO. 
MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR 
PRESENTADA POR 
Francisco Javier Hernández Astete 
Bajo la dirección de la doctora 
María Concepción Bravo Guerreira 
  
Madrid, 2010

DISPONIBLE EN:

Introducción teórica a la historia del derecho


VERSIÓN PORTUGUESA

Título: Introducción teórica a la historia del derecho
Autor(es): Fonseca, Ricardo Marcelo
Editor: Universidad Carlos III de Madrid
Fecha de edición: 2012
URI: http://hdl.handle.net/10016/14913
ISBN: 978-84-9031-070-0
Nota: Prefacio de Paolo Cappellini. Traducción de Adela Mora Cañada, Rafael Ramis Barceló y Manuel Martínez Neira
Serie / Nº.: Historia del Derecho 14
Aparece en las Colecciones:DDPPHD - HD - Monografías. Serie Historia del Derecho

Libro disponible en: 

RICARDO MARCELO FONSECA



Fuente: La República.pe

Pucp y Universidad Internacional de Andalucía impartirán un curso de Patrimonio Documental

Foto referencial.
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Para la directora del curso, "formar profesionales ágiles, exigentes y dinámicos con conocimientos profundos y específicos junto a saberes y habilidades muy diversas y necesarias, a causa del avance extraordinario de la Archivística y su revitalización y transformación, es el principal objetivo".
La Universidad Internacional de Andalucía y la Pontificia Universidad Católica del Perú desarrollarán en agosto un curso de Experto en Conservación y Gestión del Patrimonio Documental, que se configura como título propio en España y título oficial en Perú.
El curso, de modalidad semipresencial, tendrá la dirección de Antonia Heredia, y estará coordinado en España por Remedios Rey y en Perú por Pedro Guibovich, informó hoy launiversidad española en un comunicado.
Entre el profesorado del curso se encuentran especialistas internacionales en el área de la archivística, gestión y conservación del patrimonio documental, con gran experiencia profesional en la aplicación de las nuevas tecnologías y soportes.
Se trata de un programa académico financiado por la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional y dirigido preferentemente a las Universidades del Grupo de Universidades Iberoamericanas La Rábida, presidido por Juan Manuel Suárez Japón, rector de la Universidad Internacional de Andalucía.
El programa pretende transmitir una formación acorde tanto con los planteamientos teóricos de la nueva archivística como con las exigencias de la Administración y de los derechos de los ciudadanos. (EFE)

sábado, 21 de julio de 2012

UN PASEO POR EL INFIERNO - A propósito de la conquista de las indias occidentales


CARLOS ROJAS SIFUENTES
Publicado en la Revista Digital Justicia & Derecho


LA DIVINA COMEDIA:

Dante Alighieri,  il Sommo Poeta, l'altissimo poeta italiano, que nació en Florencia en 1265 y murió en el exilio en la ciudad de Rávena, en 1321, fue un espíritu genial que vivió y sufrió una época de cambios excepcionales, el Renacimiento. 

La obra del humanista florentino expresa las contradicciones de su propia existencia atormentada y las complejas manifestaciones que el mundo renacentista encuentra. 


La más representativa y universal producción de su genio fue La Divina Comedia, en la que se puede apreciar el marcado sentimiento de Dante hacia la amada Beatriz, la admiración por el Poeta Virgilio y las huellas del conflicto entre los guelfi y los ghibellini, todo ello enmarcado en el naciente humanismo italiano, pero  teñido de una visión escatológica musulmana, sobre todo en el infierno dantesco, como los señala el padre Miguel de Asín Palacios (1871-1944) en su obra La Escatología Musulmana en la Divina Comedia.    

Como se sabe,  La Comedia, calificada así por Dante bajo los cánones clasicistas, por no encajar en el esquema de la tragedia, pues tiene un final feliz, fue escrita en verso y dialecto  toscano (matriz del  italiano actual) aproximadamente entre 1304 y 1321, pero la publicación de la triada dantesca compendiada se produjo muchos años después de su muerte, anteponiéndosele el término Divina por una referencia realizada por Boccaccio, que se reflejó años más tarde en una publicación realizada por Gabriel Giolito de Ferrari en Venecia, el año 1555. 


La Comedia, ajena a los intereses de la creación medieval, que buscaba repetir una y otra vez la pasión cristiana, no obstante, encierra su propia tragedia, que la muestra como un estandarte de lo humano, tal como lo será más tarde la obra shakesperiana o el quijote cervantino, en donde se pone de manifiesto la complejidad de la existencia humana,  en la que se mezcla la tragedia y la comedia con singular efecto, aquel que es una marca del humanismo.  


Pero, es una verdad de Perogrullo, decir que la realidad supera a la fantasía, y la expansión europea que empezó en  el siglo XV y que no llegó a entrever nuestro poeta italiano, mostró al mundo que la escatología dantesca estaba aquí en la tierra, en cada lugar donde los cristianos intentaron llevar la promesa del paraíso y terminaron enfrentándose a sus propios  demonios.   
     
LA COMEDIA INDIANA – UN PASEO POR EL INFIERNO


El mundo que encontró Colón y los posteriores conquistadores, invasores y colonizadores fue tan previsible pero  a la vez tan desconocido como el que Dante descubrió en su paseo por el mundo metafísico de la mitología cristiana.  
 

Este fue un mundo que ante los ojos de los conquistadores estaba teñido de paganismo y bestialidad, aquella que compatibilizaba con toda la mitología venida del medioevo que se había plasmado de alguna manera en la obra dantesca.


El largo catálogo teratológico que alimentó la imaginación de la Europa renacentista que recibía con expectante ansiedad las noticias del nuevo mundo, no sólo fue el resultado de su propia ignorancia o de las exageraciones de los viajeros ávidos de contar hazañas, porque como Hernán Cortés escribió a su padre  “consideraba mejor ser rico en fama que en propiedades”. Fue también la obra de un Estado que buscaba engrandecer sus conquistas, y mostrar a los ojos de sus rivales del norte el primitivismo y monstruosidad de la tierra y de sus gentes que eran dignas de  ser sometidas  (ello a pesar de la prédica Lascasiana y la mediación Isabelina). Véase sino la tarea demoledora del prestigio Inca que emprendió Francisco de Toledo, quinto Virrey del Perú, quien  sirviéndose de los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa Cristóbal de Molina, el cusqueño, José de Acosta y Juan Polo De Ondegardo, denominados los cronistas toledanos, se encargo de mostrar a los incas como crueles tiranos de la tierra y seres pervertidos. No obstante esta obra sirvió en parte para organizar el virreinato.   


Sin embargo en la visión de hombres del continente europeo y las ínsulas británicas, este mundo era un paraíso que había sido mellado por las ambiciones de los castellanos y otros peninsulares, a quienes se atribuía las bestialidades de los católicos que los protestantes por entonces combatían, con no menos crueldad.  

Esta visión idealista puede apreciarse en la obra de Tomás Moro: Dē Optimo Rēpūblicae Statu dēque Nova Insula Ūtopia, o simplemente Utopía, que no sólo constituye una crítica a la sociedad europea de la época sino además una exaltación de las sociedades de ultramar en las que el derecho natural impera y se pone en práctica además la República platónica, constituyendo un ideal para las mentes lúcidas del renacimiento que veían como el mundo que los rodeaba se iba destruyendo lentamente para entrar a los tiempos moderno, cual Quijote en su gabinete, encontrando alivio en las viejas lecturas de caballería. La América Indiana era pues el paraíso en la tierra y en todo caso, como lo consideraba Bartolomé de las Casas  era un mundo no contaminado con las impurezas del demonio pero que no conocía a Dios, y por ende los nativos debían ser tratados como menores de edad, a los que se debía educar en el evangelio y no esclavizarlos ni exponerlos a los males traídos de occidente. El derecho romano no se aplicaría para tratarlos como  res nullius sino como capitis deminutio, bajo la protección real.     
   
Es verdad que el mundo americano que encontraron los europeos no era precisamente el paraíso que inicialmente les pareció el mundo antillano y caribeño, pues la tiranía de los últimos incas que sometieron a las etnias andinas y costeñas, desolando las tierras de los que no se sometían o la crueldad que mostraron los tenochcas-mexicas que en la ampliación del templo mayor de Tenochtitlan sacrificaron entre 20,000 y 40,000 prisioneros poblanotlaxtecas como ofrenda a Huitzilopochtli, no encontraba mayor distinción con la de los reyes católicos, que expulsaron moros y judíos, o de sus descendientes los Habsburgos que persiguieron a protestantes y reimplantaron la Inquisición.  


En todo caso, la comedia indiana aún espera ese final feliz que nos haga sentir que la conquista o invasión fue un encuentro.
    
PRESENCIA DE DANTE EN AMERICA INDIANA  


Cervantes dijo alguna vez que “tiempos de hambre son tiempos de poesía”, y eso fue lo que ocurrió en la Italia del siglo XIV. El cambio climático que generó una gran debacle para la agricultura de la baja edad media se tradujo en crisis económica y financiera, que fue el marco cultural sobre el que se desarrolló la Comedia de Dante. 


Esta obra no conocerá la luz en forma compendiada sino algunas décadas después de su muerte y las restricciones de la contra reforma la harán impenetrable en España, tanto  por su carácter interpretativo de la teología cristiana, cuanto por su escritura regional, que harán esta obra de difícil acceso a la intelectualidad hispana. Pues entonces y hasta el siglo XVI el latín fue la lengua que dio exclusivo acceso a la cultura marcadamente clásica que fue cultivada por la élite española que vivió en la península y la que pasados los años de la conquista se trasladó a América. 


Entre estos preocupados lectores de las obras renacentistas no estuvieron sin duda los primeros conquistadores, pues a  pesar de la educación de Hernán Cortés, prefirió la espada que la pluma y los Pizarro en su mayoría eran analfabetos o poco dados a las letras (salvo Pedro Pizarro). 


Sin embargo hay un nexo entre Italia y los Pizarro, sobre todo en los tiempos de la implantación de los virreinatos aragoneses en la bota italiana y en Sicilia en el siglo XV, y es que el padre de Francisco Pizarro, Don Gonzalo y el mismo conquistador, no reconocido por su ancestro, combatieron en Italia en tiempos y lugares distintos, pero no cabe duda que por lo menos el más famoso de los Pizarro no tuvo acceso a la cultura italiana y menos al preclaro Dante.         


La presencia de Dante en los primeros años del virreinato es un tanto desconocida, Guillermo Lohmann Villena la ubica tempranamente en la biblioteca del encomendero Francisco de Isásaga en 1560, pero está por investigarse aún el impacto que tal obra produjo en la imaginación de un conglomerado de aventureros, burócratas  y cortesanos que vinieron con una tradición medieval muy acentuada, que se refleja en la encomienda (renovado señorío), en los autos de fe y en los autos sacramentales, pero en un escenario  grandilocuente que los confrontaba con una realidad parecida al periplo dantesco, en el que travesías como  las de Pedro de Valdivia en Chile u Orellana en el Amazonas, pueden mostrarnos que a veces las fantasías más ingeniosas tiene que rendirse ante una realidad como la indiana en la que se confrontaron los ángeles y demonios de una comedia inconclusa, en la que el paraíso e infierno se entremezclaron  sin posibilidad de un purgatorio esperanzador.

Publicado en:

          

viernes, 20 de julio de 2012



“Viendo todo eso, yo me moví, no porque yo fuese mejor cristiano que otro, sino por una compasión natural.”

Bartolomé de las Casas (Discurso de Molins de Rey, 1519)




miércoles, 18 de julio de 2012


el país

TRIBUNA:TRIBUNA LIBRE

La cuestión catalana / 1


1. Voy a coger el toro por los cuernos y a hablar claro de entrada: a veces los catalanes nos sentimos indiscriminadamente acusados de separatismo traicionero, desde Madrid. Esto realmente, duele y nos parece injusto. Al fin y al cabo yo no tengo idea de haber pecado. Aunque mi postura pueda beneficiarse de una explicación, ciertamente no exige ni una justificación ni menos; una defensa. Pero hay que aclarar algunas cosas. Más que nada en busca de una concordia sin la cual la España futura no parece viable.

2. A veces se me pregunta: ¿conoce usted León?, ¿o Zamora? Yo contesto: ¿conoce usted Popayán?, ¿conoce usted Tunja? Porque para apreciar a España tan importante es lo uno como lo otro. Creo que es muy aleccionador mirar a España en América,. que también es España. Yo conozco la América hispana bastante. Lo inevitable, al poner pie en tierra del Nuevo Mundo la primera vez, es que la presencia de Castilla se alce imponente.
El contacto con las dimensiones sobrehumanas del nuevo continente exige de inmediato que se explique el cómo de la gesta de conquista y población. Un episodio destaca en seguida. Hernán Cortés, victorioso en el campo de batalla, pide a Carlos V que le mande doce religiosos franciscanos para que le ayuden en la conquista espiritual. Cuando éstos llegan a la ciudad de México -con muchos días de viaje a pie, los hábitos rotos y no hay que decir que descalzos- sale a recibirles el capitán general don Hernán Cortés con todos sus capitanes y soldados ricamente vestidos y armados de todas las armas sobre sus arrogantes corceles y exhibiendo a posta todo el boato de que son capaces ante la indiada sin fin. Se acerca Cortés a los frailes y ofrece al mundo el siguiente espectáculo: a presencia de la multitud densa y expectante, se apea juntamente con su séquito... y de rodillas todos los hombres de armas, besan, a ras de suelo, los hábitos mugrientos de sudor y polvo de los doce «flacos y amarillos» apóstoles. Probablemente por primera vez en la edad moderna, frente a un gentío inmenso, testigo silencioso y asombrado, pero que darla fe ante la historia, España quiere que el poder de las armas triunfantes se incline aparatosamente ante el poder moral. España, pues, dio un primer paso en la línea civilizada llevando a sus ejércitos a la legitimación necesaria por el poder civil y por la voluntad de Dios y del pueblo. ¿Quién, catalán o no, dejaría de hacer suya esta bella página de la historia de España y de la historia del mundo? ¿Quién resistiría el impulso de traerla a colación en los difíciles momentos de la España actual?
3. Todavía hoy leo con nostálgico interés las relaciones al Consejo de Indias del virrey de Santa Fe, Sebastián de Eslaba, acerca de cómo la poderosa armada inglesa -la mismísima armada que ya entonces era de verdad invencible- fue batida por las tropas españolas en Cartagena de Indias, en mil y setecientos y cuarenta y uno. Salpicaduras de heroísmo, con muchos apellidos catalanes entremedio que demostrarían, por lo demás, que fuimos a América a defender el estandarte del rey, antes de que se nos permitiera beneficiarnos con su comercio. Precisamente en este punto algún catalán pensará: pero bueno, si Castilla y Aragón eran una sola nación con el resto de España, ¿por qué se prohibió hasta fines del siglo XVIII que pasáramos a América y no se quiso hasta tan tarde que tuviéramos tratos económicos con ella? Casi trescientos años apartados del más apetitoso bocado de que disponía la Corona. Ni que hubiéramos sido súbditos de la Corona inglesa. ¿Es esta la unidad que se nos ofrece?
4. Una vez me di el lujo romántico de escribir y publicar un panegírico de José Celestino Mutis, alma y cabeza de aquella sabia expedición, botánica, fletada por nuestra ilustración, rumbo al nuevo reino de Granada, que por sus ejemplares e inusitados logros científicos fue el asombro del mundo civilizado en general y de Alejandro de Humboldt, en particular.
Fuerza, justicia, ciencia. Todo se ve en la América española si se quiere ver. Por eso llama tanto la atención el proceso de independencia. Porque América no fue nunca una colonia, ni su guerra de independencia fue una lucha colonial de liberación. El «memorial de agravios» que el cabildo de Santa Fe de Bogotá dirigió a Carlos IV al inicio del alzamiento americano deja constancia de que los criollos no «son extranjeros a la nación española». América fue España y se fue de España porque la otra España no supo comprenderla. Porque hay dos Españas. La España de Cortés, la del padre Las Casas, la del derecho Indiano, la del sabio Mutis, que hizo España. Y la España de las casas de Austria y de Borbón, la España de los privilegios y de los cortesanos, que la deshizo. Bolívar es un español que se aparta de España. Bolívar es un español de América que rechaza un sistema político, una determinada concepción del Estado español. Y por eso la lección americana puede ayudarnos a entender el pleito catalán.
5. Pero no seríamos catalanes si no bajáramos del lirismo sentimental -no por primario menos auténtico- para acordarnos del comercio que ha sido la base de nuestra fuerza.
He estudiado personalmente y a fondo la situación para poder llegar a la conclusión de que Cataluña podría vivir sola y sin los mercados españoles en este mundo moderno del turismo y de los servicios. Incluso, y esta ya es una tentación de más calado, es posible que esa Cataluña sin amarras fuese más propicia a la democracia, que como toda fórmula superior se da con parsimonia y parece preferir a los países pequeños y muy homogéneos en su historia, en su economía y en su cultura. Pero nosotros sabemos que esto sólo sería posible con un cambio radical de nuestras estructuras productivas, con una disminución drástica de nuestra demografía inmigrada y, en definitiva, con una reducción de nuestra dimensión económica. Pues bien, no queremos limitar nuestros horizontes, ni en lo económico, ni en nada. Pero sobre todo no quiere Cataluña -no lo imagina siquiera- cerrar el paso a las gentes que nos vienen de otras partes de España. La inmigración nos crea tremendas dificultades en cuanto a nuestra identidad interna, pero no por ello dejaremos de recibir fraternalmente a todos. Intuyo la sonrisa de los cínicos que piensan que si aceptamos a los inmigrados es para explotar su trabajo. Es cierto que inmigrantes o no, en Cataluña todos hemos de trabajar. ¡No faltaría más! Pero no es menos cierto que nosotros no hemos pedido la inmigración, que ésta tiene costes sociales y morales de enorme importancia para nuestro país y que si nadie la discute en Cataluña no es tanto por motivos interesados como porque moralmente no se puede discutir. Preferimos añadir a los mercados de España que nos hacen falta para mantener a nuestras gentes, inmigrados y nativos, los mercados de Europa, en un ansia de expansión y de hortizontes nuevos que no podemos ni queremos limitar. Ello a sabiendas de que a lo mejor la competencia abierta con la industria del Mercado Común nos creará grandes problemas.
6. Pero aquí cambio ya de tercio, para volver de nuevo a nuestra faceta idealista. Si no, no nos entenderemos. Porque hay que saber que en Cataluña se cree más en la Europa de la libertad y de la estabilidad democrática que en la Europa de las multinacionales. Sólo así se explica que nuestros empresarios, con sus empresas pequeñas y comparativamente débiles, sean europeístas. Sólo así se entiende que nuestro pueblo sea europeísta. Cataluña quiere jugar un papel en el mundo. Modesto si se quiere, pero su papel. Y lo jugará a través de España con la vista puesta en Europa si el Estado español quiere. Porque hasta ahora las clases políticas y económicas que operan al oeste del Ebro no han visto bien lo de Europa. Y, paradójicamente, nos llaman cantonalistas -porque, según ellos, no miramos más allá del río- precisamente aquellos que no quieren mirar por encima de los Pirineos.

Junta de Valladolid


Fuente: Wikipedia

La Junta de Valladolid es la denominación habitual del célebre debate que tuvo lugar en 1550 y 1551 en el Colegio de San Gregorio de Valladolid, dentro de la llamada polémica de los naturales (indígenas americanos o indios), y que enfrentó dos formas antagónicas de concebir la conquista de América, interpretadas románticamente como la de los defensores y la de los enemigos de los indios: la primera, representada por Bartolomé de las Casas, considerado hoy pionero de la lucha por los derechos humanos; y la segunda, por Juan Ginés de Sepúlveda, que defendía el derecho y la conveniencia del dominio de los españoles sobre los indígenas, a quienes además concibe como naturalmente inferiores. No hubo una resolución final.

No debe confundirse esta Junta con la Conferencia de Valladolid de 1527 sobre el erasmismo.

Bartolomé de las Casas
También se la considera parte de la más extensa polémica de los justos títulos del dominio castellano sobre América, que se remonta a las Bulas Alejandrinas y los tratados con Portugal (tratado de Tordesillas) de finales del siglo XV y los recelos con que fueron recibidos en las cortes europeas. Se dice que Francisco I de Francia pidió retóricamente que le mostraran la cláusula del testamento de Adán en que tales documentos se basaban y que diera derecho a repartir el mundo entre castellanos y portugueses.

El hecho de que se considerara necesaria una reflexión pública como la de esta Junta se ha considerado siempre excepcional, en comparación con cualquier otro proceso histórico de formación de un Imperio. No obstante, está en sintonía con la preocupación que la Monarquía Católica sintió siempre de mantener bajo un control paternalista a los naturales y que había producido y siguió produciendo el gran corpus legislativo de las Leyes de Indias. El precedente en la generación anterior a la Junta de Valladolid fue la llamada Junta de Burgos de 1512, que había asentado jurídicamente los derechos de los reyes a hacer la guerra a los indígenas que se resistieran a la evangelización (para garantizarse lo cual había que leerles un famoso Requerimiento) y encontrar un equilibrio entre el predominio social de los colonizadores españoles y la protección al indígena, que se quería conseguir con la encomienda. Resultado de todo ello fueron las Leyes de Burgos (1512).

Trascendencia del debate

La discusión parte de bases teológicas, pues la Teología era considerada superior a cualquier otro saber (philosophia ancilla teologiae). No discurría en torno a si los indígenas de América eran seres humanos con alma o salvajes susceptibles de ser domesticados como animales. Eso hubiera sido herético, y ya estaba resuelto por la bula papal Sublimis Deus (1537). Algunas veces se entiende esta bula como respuesta a opiniones que pusieran en entredicho la humanidad de los naturales; pero el papa (Paulo III, incitado por dos dominicos españoles) no pretendía definir la racionalidad del indígena, sino que suponiendo dicha racionalidad en cuanto que los indios son hombres, declaraba su derecho a la libertad y la propiedad, así como el derecho a abrazar el cristianismo, que debe serles predicado pacíficamente.
El propósito declarado de la discusión era ofrecer una base teológica y jurídica segura para decidir cómo debía procederse en los descubrimientos, conquistas y población de las Indias.
Surgió de esta disputa el Derecho de gentes (ius gentium), principio del fin de la justificación del dominio en las diferencias entre unos hombres y otros, idea que se arrastraba desde Aristóteles.1
Además, el Debate de Valladolid sirvió para actualizas las Ordenanzas de las Indias y crear la figura del protector de indios. Las conquistas españolas se regularon de tal forma que sólo a los religiosos les estaba permitido avanzar en territorios vírgenes. Una vez que habían convenido con la población indígena las bases del asentamiento. Se adentraban más tarde las fuerzas militares, seguidas poco después por los civiles. Nunca en la historia, ningún otro país del mundo ha desarrollado una política semejante.
Las Nuevas Ordenanzas fueron especialmente beneficiosas para Filipinas, donde se garantizaron los derechos de la población nativa casi desde el principio, desde 1571 cuando los Dominicos obtuvieron de Felipe II garantías de protección.

Participantes

Participaron en la Junta de 1550, además de los dos clérigos citados, Domingo de Soto, Bartolomé de Carranza y Melchor Cano (que para la segunda parte del debate tuvo que ser sustituido por Pedro de Lagasca, pues él partió al Concilio de Trento). No es casualidad que todos ellos fueran dominicos: la Orden de Predicadores controlaba las universidades españolas a través de las cátedras y los colegios. Varios en esa Junta (Soto y Cano) eran discípulos de Francisco de Vitoria, muerto cuatro años antes, en 1546. Vitoria encabezó lo que se ha venido denominando la escuela de Salamanca (por desarrollarse en la Universidad de Salamanca). Carranza enseñaba en el mismo Valladolid, y Sepúlveda, que había estudiado en Alcalá de Henares y Bolonia y se había destacado por su antierasmismo, no era docente universitario, sino preceptor del propio príncipe (luego Felipe II). Fue su oposición a las Leyes Nuevas de Indias de 1542 (cuya revocación habían conseguido en los distintos virreinatos los encomenderos) lo que había provocado la vuelta a España de Las Casas, que ocupaba el puesto de Obispo de Chiapas y no tenía formación académica. Comenzó una polémica intelectual entre los dos: Sepúlveda publicó su De justis belli causis apud indios y Las Casas replicó con sus Treinta proposiciones muy jurídicas. La Junta debía resolver el conflicto.
Sepúlveda aportaba un trabajo titulado Demócrates alter, en el que sostenía que los indios, como seres inferiores, debían quedar sometidos a los españoles, y lo completó con más argumentación escrita en el mismo sentido. La Apología de las Casas fue el texto clave en las discusiones. Los trabajos se desarrollaron entre los meses de agosto y septiembre de 1550. La Junta quedó inconclusa y por ello volvió a convocarse el año siguiente. En la disputa no hubo resolución final. Los dos exponentes se consideraron vencedores.

Enfrentamiento de posturas

El papel de Juan Ginés de Sepúlveda era la defensa de la guerra justa contra los indios a causa de sus pecados e idolatría (de no haberlos creído seres humanos, tampoco podrían pecar, y malamente podrían los españoles tener el deber de evangelización). También defendió su inferioridad, que obligaba a los españoles a tutelarlos. Correspondía a Bartolomé de las Casas el esfuerzo de demostrar que los americanos eran iguales a los europeos. La contribución de Domingo de Soto a esta postura fue fundamental.
En el mismo sentido que éstos últimos, el espíritu intelectual que animaba el debate aun no estando presentes, Francisco de Vitoria, se había cuestionado si desde un principio era lícita la conquista americana.


Hombres salvajes. Fachada del Colegio de San Gregorio,
Valladolid. Los asistentes a la Junta pudieron tenerlo
presente en sus reflexiones sobre la
naturaleza de los indígenas.

Tesis de Ginés de Sepúlveda

Sepúlveda (Democrates secundus, o de las justas causas de la guerra contra los indios) sigue argumentos aristotélicos y humanistas (que obtiene de Palacios Rubios y Poliziano). Propone cuatro "justos títulos" que justifican la conquista:
El derecho de tutela implica la servidumbre o esclavitud natural de los indígenas. Les conviene por su propio bien someterse a los españoles, ya que son incapaces de gobernarse a sí mismos.
La necesidad de impedir, incluso por la fuerza, el canibalismo y otras conductas antinaturales que practican los indígenas.
La obligación de salvar a las futuras víctimas inocentes que serían sacrificadas a los dioses falsos.
El mandato evangelizador que Cristo dio a los apóstoles y el Papa al Rey Católico.
El conjunto de argumentos que utiliza es complejo, lo desarrolló en varias obras más y pueden englobarse en argumentos de razón y derecho natural y argumentos teológicos. 2

Respuesta de Las Casas y tesis de Vitoria

Las Casas, que no le va a la zaga en aristotelismo, demuestra la racionalidad de los indígenas a través de su civilización: la arquitectura de los aztecas rebate la comparación con las abejas que había hecho Sepúlveda. No encuentra en las costumbres de los indígenas americanos una mayor crueldad que la que pudiera encontrarse en las civilizaciones del Viejo Mundo o en el pasado de España:
"Menor razón hay para que los defectos y costumbres incultas y no moderadas que en estas nuestras indianas gentes halláremos nos maravillen y, por ellas, las menospreciemos, pues no solamente muchas y aun todas las repúblicas fueron muy más perversas, irracionales y en prabidad más estragadas, y en muchas virtudes y bienes morales muy menos morigeradas y ordenadas. Pero nosotros mismos, en nuestros antecesores, fuimos muy peores, así en la irracionalidad y confusa policía como en vicios y costumbres brutales por toda la redondez desta nuestra España"3

Sacrificio azteca, Códice Mendoza. Argumentos para ambas partes:
costumbres antinaturales y arquitectura civilizada

Sacrificio azteca, Códice Mendoza. Argumentos para ambas partes: costumbres antinaturales y arquitectura civilizada

Frente a los "justos títulos" que defendía Sepúlveda, Francisco de Vitoria había expuesto una lista de "títulos injustos" y otros "justos títulos":
En sus títulos injustos, Vitoria fue el primero que se atrevía a negar que la bulas de Alejandro VI (conocidas en conjunto como las Bulas de Donación) fuesen un título válido de dominio de las tierras descubiertas. Tampoco eran aceptables el primado universal del emperador, la autoridad del Papa (que carece de poder temporal) ni un sometimiento o conversión obligatorios de los indios. No se les podía considerar pecadores o poco inteligentes, sino que eran libres por naturaleza y dueños legítimos de sus propiedades. Cuando los españoles llegaron a América no portaban ningún título legítimo para ocupar aquellas tierras que ya tenían dueño.
Las bulas de donación papal y el Requerimiento que se lee a los indígenas para justificar su sometimiento son títulos menos seguros que los que daría la aplicación del derecho de comunicación, que si es negado por los indígenas permite a los españoles obtenerlo a la fuerza.
Niega el derecho de ocupación por la pura aplicación de la fuerza, pero defiende la libertad de transitar por los mares, argumento muy polémico también defendido por Hugo Grocio, y que no conviene al monopolio colonial del comercio con las Indias.
La evangelización no es una obligación de los españoles, pero sí un derecho de los indígenas.4

Conclusión: Motivaciones

No conviene olvidar que, en la práctica, ambas posiciones justificaban el dominio castellano. La junta de Valladolid y el debate de los justos títulos no sólo responde a los escrúpulos de conciencia de los Reyes, alertados por clérigos bienintencionados, sino a la necesidad de justificación (fundamentalmente ante las demás monarquías autoritarias de Europa Occidental) de un hecho que de ninguna manera se va a alterar, que es la colonización de América. Es cierto que después del debate hay un freno a las conquistas, a las que empezará a rebautizarse eufemísticamente como "pacificaciones". Llegan a darse incluso instrucciones para detenerlas, pero coincide con el hecho de que ya se han conquistado las dos grandes civilizaciones precolombinas (Aztecas e Incas), siendo las zonas selváticas y desérticas de poco interés para la ampliación del Imperio. La época de los conquistadores ha terminado.
La humanización del trato a los indígenas es un tema diferente, que también responde a dos motivaciones: escrúpulos morales, pero también el interés de los propios reyes en mantener vivos a sus súbditos y garantizar la continuidad de los ingresos americanos frente a la codicia de los encomenderos. Ambas motivaciones, así como el ambiente intelectual generado por la Junta de Valladolid y la polémica, inspiraron nuevas Leyes de Indias a añadir a las anteriores. La sincera preocupación de Bartolomé de las Casas por la suerte de los indígenas (que tan crudamente describe en la Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias) le llevó a una notable propuesta que permite entender su concepción del indígena: Le parecía admisible una buena idea que salvo a muchos lugares de América de la despoblación (sobre todo a las Antillas), la importación de esclavos negros, naturalmente más inclinados al trabajo que los débiles indios. Un buen argumento aristotélico, sin duda, pero floja defensa de los derechos humanos, del que más tarde (1559 ó 1560) se desdijo:
Antiguamente, antes que hobiese ingenios, teníamos por opinión en esta isla [la Española], que si al negro no acaecía ahorcalle, nunca moría, porque nunca habíamos visto negro de su enfermedad muerto... pero después que los metieron en los ingenios, por los grandes trabajos que padecían y por los brebajes que de las mieles de cañas hacen y beben, hallaron su 


Referencias
"Si pasamos a la América española, en el campo de la historia de las ideas encontramos diferencias relevantes con cuanto hemos dicho hasta ahora. En efecto, es intensa a finales de los primeros tiempos la actividad misionera con acentos milenarios. Además, para todo el siglo XVI y las primeras décadas del siglo XVII, se desarrolla un intenso debate político sobre la nueva tierra, sobre los indígenas, los motivos que pueden justificar la conquista española. Es un debate del cual participaron las mejores inteligencias españolas de la época, teólogos, juristas, políticos. Nada similar podemos encontrar en otro lugar. También por los motivos circunstanciales: ni los franceses ni los ingleses ni los portugueses se encontraron con organismos políticos desarrollados y organizados en Estados, como los reinos azteca e inca que encontraron los españoles. En España, gracias también a la decisión tomada de posiciones papales, se supera rápido el problema de la naturaleza del indio. Pablo III con la célebre bula Sublimis Deus de 1537, declara a los indígenas hombres con todos los efectos y capacidades de cristianos. Es cierto que esto no parece suficiente porque quedaba en vigor el requerimiento y la bula Inter caetera promulgada por Alejandro VI en 1493, sobre la cual Juan López de Palacios Rubios y Matías de Paz de 1512 fundaban jurídicamente la ocupación de América. Lo que se quiere notar aquí es que siempre en los treinta años del 1500 dos teólogos dominicanos de la celebérrima Universidad de Salamanca, Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, enfrentaron el problema de los principados indígenas americanos. Colocados en el camino que conduce a la más moderna teoría del Estado, construyeron un camino paralelo a aquel de Maquiavelo y de Jean Bodin, los dos, pero sobre todo el primero con la fuerza de la novedad y gran vigor polémico, que era de los eclesiásticos (por esto propia fuerza) corría lentamente la discusión de lo religioso a lo político y declararon la legitimidad política de las regiones y de los soberanos indígenas americanos. Ellos no eran ni paganos ni pecadores para sacarles la soberanía india y la legitimidad de sus gobernantes, ya que la sociedad y el poder están fundados sobre la naturaleza y no sobre la gracia, como decía Santo Tomás de Aquino (los dos son dominicanos y Victoria introduce como libro de texto la Suma Teológica de Santo Tomás en Salamanca). La legitimidad del poder no depende por lo tanto del hecho que el gobernante sea o no cristiano, como habían sostenido primero algunos herejes para los cuales era después un poder pagano legítimo y la afirmación de nuestros dos españoles, si nunca lo han conocido, sólo podían estar en las aberraciones demoníacas papistas. Pero hay más. Para demostrar la racionalidad de los indios americanos, Francisco se Victoria recurre a lo político. Demuestra que eran razonables y que podían tener una vida política, fundándose en abundante noticias que llegaban de América a su convento de San Esteban, afirma que había vida social y política y por lo tanto son racionales. De esta manera va más allá de lo que afirmó Pablo III en su bula de 1537, cuando era la racionalidad el reconocimiento de la naturaleza humana de los indios. Para Victoria la existencia de una vida asociada, con leyes, con comercio, instituciones, gobierno, es lo que cuenta. De un lado, por lo tanto, Victoria y Soto reconocen la legitimidad de los príncipes americanos; por el otro niegan la existencia de poderes universales: ni el Papa ni el emperador son los señores del mundo. No hay entonces valor político alguno en la bula Inter coetera con la que en 1493 el papa Alejandro VI había dividido el mundo en meridional para los españoles y portugueses. Victoria y Soto deben preguntarse después cuál es ó puede ser el motivo legítimo que permite estar a España en América. Victoria dará una larga lista de motivos, muchos ilegítimos y puestos premeditadamente, otros legítimos, por lo que la presencia española en América queda a salvo, pero lo que aquí interesa es el reconocimiento a la política americana y de los estados americanos. Las razones que en él aduce para justificar la legitimidad de la presencia española en América son motivos que también se dan en Europa, por ejemplo entre franceses y españoles. No es casual, en efecto, que Carlos V permanezca desconcertado de las dos relectiones de Indis que Victoria escribe al sacerdote del convento de San Esteban, donde Victoria vivía, para prohibir los debates posteriores a su argumentación. Sin peros (es significativo) saca su favor a Victoria que años después quisiera enviar a Trento como teólogo imperial. Esta fue por años y decenios la línea vigente. No faltó también en el mundo hispano negadores radicales de la humanidad del indio o de su posibilidad de civilización; mucho menos faltó quien explotó a los indios en su propio interés. Pero el plan de debate de aquellas ideas que declaraba el derecho hispánico a la sumisión de los indios por su naturaleza inferior, fueron voces minoritarias y perdedoras. De este punto de vista me parece que se puede decir que resulta en cambio cuanto insatisfactoria la posición de Bartolomé de Las Casas, el dominicano defensor de los indios, que muchos trabajos han estado y se han aprovechado de la polémica sobre la colonización española y católica. En sus ideas, en sus posiciones intelectuales y políticas hay algo que grita y contrasta con el mundo que está naciendo. Se enfrentaban sus ideas con las de Victoria y Soto, paradojalmente, Las Casas aparece más cerca de Juan Ginés de Sepúlveda, el célebre autor de grandes textos políticos y filosóficos donde se sostenía, casi solo entre los teóricos políticos y contrario a la autoridad de Carlos V, pero como buen aristotélico, la esclavitud natural de los indios americanos. El gran amigo de los indios, Las Casas, y el gran enemigo de los indios, Sepúlveda, tuvieron también un durísimo encuentro público en Valladolid ante una comisión de estudiosos, teólogos, juristas, encargados de evaluar las respectivas posiciones. No obstante, los dos adversarios pensaban del mismo modo ambos de nuevo a esquemas políticos de tipo medieval, legados de la vieja concepción de la teocracia pontificia, aquella que siguiendo la bula de Alejandro VI constituía título legítimo de infundamento y de dominio político."Extracto del profesor Claudio Finzi de la Universidad de Perugia, Italia).


↑ José Joaquín Ugarte (1994) El doctor Ginés de Sepúlveda y los justos títulos de España para conquistar América. Los planteamientos que el doctor Sepúlveda utilizó para argumentar que la conquista española era justificada, los escribió en sus publicaciones Demócrates Alter (o Diálogo de las justas causas de la guerra); la apología pro libro de Justis Belli Causis (o Defensa de las justas causas de la guerra); su defensa ante la junta de Valladolid y dos cartas a Melchor Cano, donde afirma su doctrina tergiversada. De estos escritos se desprenden sus respectivos argumentos, que el doctor Sepúlveda explica, por un lado los que atentan contra la razón y el derecho natural, como lo es la barbarie de los indios y el derecho a civilizarlos, por medio de la sumisión, se menciona como “servidumbre natural”, sus continuos pecados contra la ley natural que da derecho a corregirlo y evitar sus barbaries, y por último la defensa de la víctimas que creaban los indígenas producto de sus barbaries; y por otro lado los argumentos teológicos, que era la autorización pontificia para combatir los pecados contra la ley natural y eliminar las barreras que ponían los indios a la predicación del evangelio.
Argumentos de razón y derecho natural: en este sentido Sepúlveda trata de explicar que el indio no es intrínsecamente malo sino que lo que lo pervierte es su cultura, su entorno, por ende dice que la barbarie que autoriza la conquista tiene una connotación fundamentalmente moral. Sepúlveda nos dice
...Digo que los bárbaros, se entiende como los que no viven conforme a la razón natural y tienen costumbres malas públicamente entre ellos aprobadas....ora les venga por falta de religión, donde los hombres se crían brutales, ora por malas costumbres y falta de buena doctrina y castigo...
muerte y pestilencia, y así muchos dellos cada día mueren.5

con esto trata de decir que el fin de la conquista es la civilización y bien de los bárbaros, ya que con leyes justas y conformes a la ley natural, hacía de la vida de los indios una inserción a una vida mejor y más suave, agrega que si se rehusa al imperio puede ser obligado por las armas, y esa guerra será justa en virtud del derecho natural.
Dentro de la misma temática con respecto a la servidumbre natural, Sepúlveda se basa en las sagradas escrituras y dice
...Porque escrito esta en el libro de los proverbios “El que es necio servirá al sabio” tales son las gentes bárbaras e inhumanas, ajenas a la vida civil y a las costumbres pacíficas, y será siempre justo y conforme al derecho natural que tales gentes se sometan al imperio de príncipe y naciones más cultas y humanas, para que merced a sus virtudes y a la prudencia de sus leyes, depongan la barbarie y se reduzcan a vida más humana y al culto de la virtud.

Sepúlveda describe aspectos de los indígenas, los cuales califica de acciones bárbaras, entre ellos está el que no posean ciencia y que sean iletrados, que no tengan leyes escritas, que sean caníbales, cobardes y carezcan de propiedad privada entre otros. Pero todo esto sin dejar de lado que son solo connotaciones morales, y que en sí, el indio puede ser civilizado ya que la condición de bárbaro es, en el pensamiento de Sepúlveda, un estado accidental superable y no una naturaleza humana distinta y por ende la posición de servidumbre del indio no es en sí mismo un estado de esclavitud sino un sometimiento político del cual puedan evolucionar intelectual y moralmente si son gobernados por una nación civilizada. Así mismo (dice el doctor Sepulveda) la barbarie, entendida como estado de atraso cultural y moral que redunda en costumbres condenadas por la naturaleza y en una ineptitud para gobernarse humanamente, autoriza a cualquier pueblo civilizado que este en condiciones de seguir á los bárbaros en conformidad con la ley natural, de sacarlos de su estado inhumano para someterlos a su dominio político. Incluso por las armas, si no hay otro remedio. Esta conclusión en que el hombre depende de su propia razón, que le permite autodirigirse y autodisernir, pero si el hombre es carente del uso de la razón no es dueño de sí y debe servir a quien sea capas de regirlo y por ende que si la finalidad de la guerra es la civilización de los bárbaros, es entonces un bien para estos. Sepúlveda justificó la dominación política pero rechazó la dominación civil, o sea la esclavitud y la privación de sus bienes, con respecto a este tema nuestro autor dice
No digo que a estos bárbaros se les haya de despojar de sus posesiones y bienes, ni que se les haya de reducir a servidumbre, sino que se debe someter al imperio de los cristianos...

Es importante destacar que Sepúlveda defendía a la sujeción política, pero no su esclavitud pues la creencia vulgar confunde ambas cosas, y lo hace partidario de la esclavitud.
Con respecto a los pecados contra la ley natural, el doctor Sepúlveda, basándose en el hecho de que los indios ofrecían sacrificios humanos en gran número a sus dioses falsos, y otros actos de similar barbarie, dice:
...y ha de entenderse que estas naciones de los indios, quebrantan la ley natural, no porque en ellas se cometan estos pecados, simplemente, sino porque en ellas tales pecados son oficialmente aprobados....y no los castigase en sus leyes o en sus costumbres, o no impusiese penas levísimas a los más graves y especialmente a aquellos que la naturaleza detesta más, de esa nación se diría con toda justicia y propiedad, que no observa la ley natural, y podrían con pleno derecho los cristianos, si rehusaba someterse a su imperio, destruirlas por sus nefastos delitos y barbarie e inhumanidad....

Con esto el doctor Sepúlveda trata de proteger las víctimas de las barbaries humanas y señala:
A todos los hombres, les está mandado por ley divina y natural, el defender a los inocentes de ser matados cruelmente, con una muerte indigna, si pueden hacerlo sin gran incomodo suyo

y pone como hombres rectos y salvaguardadores de las víctimas a los cristianos.
Argumentos teológicos: Con respecto a la autorización pontificia para combatir los graves delitos contra la ley natural, Sepúlveda dice que la potestad del Papa
Si bien se aplica propiamente a aquellas cosas que pertenecen a la salvación del alma, y a los bienes espirituales, sin embargo, no está excluida de las cosas temporales en cuanto se ordenan a las espirituales

por ello el Papa puede obligar a las naciones a que resguarden la ley natural.
Sepúlveda dice, además, que a nadie se puede obligar a abrazar la fe católica
La razón de lo cual es porque aquella violencia sería inútil, pues nadie, repugnándolo su voluntad, que no es posible coaccionar, puede ser hecho creyente. De modo que debe usarse la enseñanza y de las persecuciones

pero a pesar de ello los cristianos pueden inducir por medios racionales a los bárbaros a civilizarse, ya que es su obligación. Si el primer intento no resulta, Sepúlveda menciona:
Si no se puede proveer de otro modo el asunto de la religión, es licito a los españoles, ocupar sus tierras y provincias, y establecer nuevos señores y destituir a los antiguos.

↑ Jesús Cuéllar Menezo, en El País, 29/08/2007; citando la Apologética Historia Sumaria.
↑ TORO GUTIÉRREZ, Francisco M.: Del Descubrimiento al debate indigenista
↑ Historia de las Indias (3 tomos). México, D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1951, citado en Bartolomé de las Casas y la esclavitud africana, de Luis N. Rivera Pagán[1]. En este mismo artículo se dice:
Sobre la libertad o esclavitud de negros africanos e indígenas americanos es significativa una marcada diferencia en las declaraciones papales. En el siglo quince diversas bulas y decretos papales - Dudum cum ad nos (1436) y Rex Regum (1443), de Eugenio IV, Divino amore communiti (1452) y Romanus Pontifex, (1455), de Nicolás V, Inter caetera (1456) de Calixto III y Aeterni Regis (1481) de Sixto IV -, letras apostólicas de cruzada, algunas, de conquista evangelizadora otras, avalaron y legitimaron la servidumbre forzada de los africanos negros llevada a cabo por la corona portuguesa. Por el contrario, la bula Inter caetera (1493) de Alejandro VI insiste en la conversión de los nativos americanos, suponiendo su libertad, y la Sublimis Deus (1537) de Pablo III proclama esa condición y amenaza con la excomunión a quien los esclavice. Como español y hombre de iglesia, por consiguiente, Las Casas se sentía firmemente compelido a protestar a viva voce contra la esclavitud indígena. La africana llegó a cuestionarla en su Historia de las Indias, pero sólo soto voce y con cierta discreción.

La razón de la diferencia es, entre otras cosas, la asimilación de los africanos a la condición de "moros" o "musulmanes" (con razón o sin ella), y como tales sujetos a un mismo trato con éstos, que se consideran "infieles".
Las Casas... nunca negó la licitud de ciertos tipos de esclavitud. Aceptaba el concepto tradicional de ius gentium que preconizaba la licitud de esclavizar los cautivos en una guerra justa. Esta idea tiene orígenes bíblicos (Deuteronomio 20:14) y clásicos (Aristóteles, La política, libro 1, capítulos 3-8), modificada por la excepción de no someter a cristianos a la servidumbre forzada. También, al menos inicialmente, no cuestionaba Las Casas el argumento, esgrimido por la corona portuguesa y el papado, que los africanos eran moros y sarracenos y, por ende, susceptibles de lícitamente someterse a servidumbre forzosa. En su opinión, por el contrario, los indígenas del Nuevo Mundo eran esclavizados inicuamente porque: a) las guerras de los españoles contra ellos no eran justas; o b) eran adquiridos por otros medios ilícitos robos, "rescates", tributos inhumanos) y, por tanto, su sometimiento a servidumbre faltaba a la ética y al derecho. Esta es la tesis que defiende en Tratado sobre la materia de los indios que se han hecho esclavos

Bibliografía adicional

Marcel Bataillon, El padre las Casas y la defensa de los indios, Globus, 1994 ISBN 978-84-88424-47-1 (or. 1971), con A. Saint-Lu.
Jean Dumont (2009). El amanecer de los derechos del hombre. La controversia de Valladolid. Ediciones Encuentro. ISBN 9788474909982.