sábado, 21 de julio de 2012

UN PASEO POR EL INFIERNO - A propósito de la conquista de las indias occidentales


CARLOS ROJAS SIFUENTES
Publicado en la Revista Digital Justicia & Derecho


LA DIVINA COMEDIA:

Dante Alighieri,  il Sommo Poeta, l'altissimo poeta italiano, que nació en Florencia en 1265 y murió en el exilio en la ciudad de Rávena, en 1321, fue un espíritu genial que vivió y sufrió una época de cambios excepcionales, el Renacimiento. 

La obra del humanista florentino expresa las contradicciones de su propia existencia atormentada y las complejas manifestaciones que el mundo renacentista encuentra. 


La más representativa y universal producción de su genio fue La Divina Comedia, en la que se puede apreciar el marcado sentimiento de Dante hacia la amada Beatriz, la admiración por el Poeta Virgilio y las huellas del conflicto entre los guelfi y los ghibellini, todo ello enmarcado en el naciente humanismo italiano, pero  teñido de una visión escatológica musulmana, sobre todo en el infierno dantesco, como los señala el padre Miguel de Asín Palacios (1871-1944) en su obra La Escatología Musulmana en la Divina Comedia.    

Como se sabe,  La Comedia, calificada así por Dante bajo los cánones clasicistas, por no encajar en el esquema de la tragedia, pues tiene un final feliz, fue escrita en verso y dialecto  toscano (matriz del  italiano actual) aproximadamente entre 1304 y 1321, pero la publicación de la triada dantesca compendiada se produjo muchos años después de su muerte, anteponiéndosele el término Divina por una referencia realizada por Boccaccio, que se reflejó años más tarde en una publicación realizada por Gabriel Giolito de Ferrari en Venecia, el año 1555. 


La Comedia, ajena a los intereses de la creación medieval, que buscaba repetir una y otra vez la pasión cristiana, no obstante, encierra su propia tragedia, que la muestra como un estandarte de lo humano, tal como lo será más tarde la obra shakesperiana o el quijote cervantino, en donde se pone de manifiesto la complejidad de la existencia humana,  en la que se mezcla la tragedia y la comedia con singular efecto, aquel que es una marca del humanismo.  


Pero, es una verdad de Perogrullo, decir que la realidad supera a la fantasía, y la expansión europea que empezó en  el siglo XV y que no llegó a entrever nuestro poeta italiano, mostró al mundo que la escatología dantesca estaba aquí en la tierra, en cada lugar donde los cristianos intentaron llevar la promesa del paraíso y terminaron enfrentándose a sus propios  demonios.   
     
LA COMEDIA INDIANA – UN PASEO POR EL INFIERNO


El mundo que encontró Colón y los posteriores conquistadores, invasores y colonizadores fue tan previsible pero  a la vez tan desconocido como el que Dante descubrió en su paseo por el mundo metafísico de la mitología cristiana.  
 

Este fue un mundo que ante los ojos de los conquistadores estaba teñido de paganismo y bestialidad, aquella que compatibilizaba con toda la mitología venida del medioevo que se había plasmado de alguna manera en la obra dantesca.


El largo catálogo teratológico que alimentó la imaginación de la Europa renacentista que recibía con expectante ansiedad las noticias del nuevo mundo, no sólo fue el resultado de su propia ignorancia o de las exageraciones de los viajeros ávidos de contar hazañas, porque como Hernán Cortés escribió a su padre  “consideraba mejor ser rico en fama que en propiedades”. Fue también la obra de un Estado que buscaba engrandecer sus conquistas, y mostrar a los ojos de sus rivales del norte el primitivismo y monstruosidad de la tierra y de sus gentes que eran dignas de  ser sometidas  (ello a pesar de la prédica Lascasiana y la mediación Isabelina). Véase sino la tarea demoledora del prestigio Inca que emprendió Francisco de Toledo, quinto Virrey del Perú, quien  sirviéndose de los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa Cristóbal de Molina, el cusqueño, José de Acosta y Juan Polo De Ondegardo, denominados los cronistas toledanos, se encargo de mostrar a los incas como crueles tiranos de la tierra y seres pervertidos. No obstante esta obra sirvió en parte para organizar el virreinato.   


Sin embargo en la visión de hombres del continente europeo y las ínsulas británicas, este mundo era un paraíso que había sido mellado por las ambiciones de los castellanos y otros peninsulares, a quienes se atribuía las bestialidades de los católicos que los protestantes por entonces combatían, con no menos crueldad.  

Esta visión idealista puede apreciarse en la obra de Tomás Moro: Dē Optimo Rēpūblicae Statu dēque Nova Insula Ūtopia, o simplemente Utopía, que no sólo constituye una crítica a la sociedad europea de la época sino además una exaltación de las sociedades de ultramar en las que el derecho natural impera y se pone en práctica además la República platónica, constituyendo un ideal para las mentes lúcidas del renacimiento que veían como el mundo que los rodeaba se iba destruyendo lentamente para entrar a los tiempos moderno, cual Quijote en su gabinete, encontrando alivio en las viejas lecturas de caballería. La América Indiana era pues el paraíso en la tierra y en todo caso, como lo consideraba Bartolomé de las Casas  era un mundo no contaminado con las impurezas del demonio pero que no conocía a Dios, y por ende los nativos debían ser tratados como menores de edad, a los que se debía educar en el evangelio y no esclavizarlos ni exponerlos a los males traídos de occidente. El derecho romano no se aplicaría para tratarlos como  res nullius sino como capitis deminutio, bajo la protección real.     
   
Es verdad que el mundo americano que encontraron los europeos no era precisamente el paraíso que inicialmente les pareció el mundo antillano y caribeño, pues la tiranía de los últimos incas que sometieron a las etnias andinas y costeñas, desolando las tierras de los que no se sometían o la crueldad que mostraron los tenochcas-mexicas que en la ampliación del templo mayor de Tenochtitlan sacrificaron entre 20,000 y 40,000 prisioneros poblanotlaxtecas como ofrenda a Huitzilopochtli, no encontraba mayor distinción con la de los reyes católicos, que expulsaron moros y judíos, o de sus descendientes los Habsburgos que persiguieron a protestantes y reimplantaron la Inquisición.  


En todo caso, la comedia indiana aún espera ese final feliz que nos haga sentir que la conquista o invasión fue un encuentro.
    
PRESENCIA DE DANTE EN AMERICA INDIANA  


Cervantes dijo alguna vez que “tiempos de hambre son tiempos de poesía”, y eso fue lo que ocurrió en la Italia del siglo XIV. El cambio climático que generó una gran debacle para la agricultura de la baja edad media se tradujo en crisis económica y financiera, que fue el marco cultural sobre el que se desarrolló la Comedia de Dante. 


Esta obra no conocerá la luz en forma compendiada sino algunas décadas después de su muerte y las restricciones de la contra reforma la harán impenetrable en España, tanto  por su carácter interpretativo de la teología cristiana, cuanto por su escritura regional, que harán esta obra de difícil acceso a la intelectualidad hispana. Pues entonces y hasta el siglo XVI el latín fue la lengua que dio exclusivo acceso a la cultura marcadamente clásica que fue cultivada por la élite española que vivió en la península y la que pasados los años de la conquista se trasladó a América. 


Entre estos preocupados lectores de las obras renacentistas no estuvieron sin duda los primeros conquistadores, pues a  pesar de la educación de Hernán Cortés, prefirió la espada que la pluma y los Pizarro en su mayoría eran analfabetos o poco dados a las letras (salvo Pedro Pizarro). 


Sin embargo hay un nexo entre Italia y los Pizarro, sobre todo en los tiempos de la implantación de los virreinatos aragoneses en la bota italiana y en Sicilia en el siglo XV, y es que el padre de Francisco Pizarro, Don Gonzalo y el mismo conquistador, no reconocido por su ancestro, combatieron en Italia en tiempos y lugares distintos, pero no cabe duda que por lo menos el más famoso de los Pizarro no tuvo acceso a la cultura italiana y menos al preclaro Dante.         


La presencia de Dante en los primeros años del virreinato es un tanto desconocida, Guillermo Lohmann Villena la ubica tempranamente en la biblioteca del encomendero Francisco de Isásaga en 1560, pero está por investigarse aún el impacto que tal obra produjo en la imaginación de un conglomerado de aventureros, burócratas  y cortesanos que vinieron con una tradición medieval muy acentuada, que se refleja en la encomienda (renovado señorío), en los autos de fe y en los autos sacramentales, pero en un escenario  grandilocuente que los confrontaba con una realidad parecida al periplo dantesco, en el que travesías como  las de Pedro de Valdivia en Chile u Orellana en el Amazonas, pueden mostrarnos que a veces las fantasías más ingeniosas tiene que rendirse ante una realidad como la indiana en la que se confrontaron los ángeles y demonios de una comedia inconclusa, en la que el paraíso e infierno se entremezclaron  sin posibilidad de un purgatorio esperanzador.

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