lunes, 4 de marzo de 2013


El Inca Colonial


A fines del siglo XVII, dos indiomestizos nobles del Perú deambulaban por España en busca de algo más que mercedes personales porque pretendían que los reyes de la corona española (Felipe IV, Carlos II) reivindicaran a la nobleza indígena americana y dentro de ella a la estirpe inca. Ambos eran clérigos aunque de distinta jerarquía. El padre Bernardo Inga solo era presbítero de los clérigos menores mientras que Don Juan Nuñez Vela de Ribera había llegado a ser Racionero en la catedral de Arequipa. El intercambio epistolar entre ambos durante los años 1690–1693 ocasionó un rarísimo expediente formado por dos impresos y cinco figuras. Los impresos son: a) la Carta enviada por el padre Bernardo Inga desde Sevilla 1690 a Nuñez Vela de Ribera y b) la Respuesta que éste le dio en Madrid 1693 dirigida además (en tono garcilacista) a todos los “caballeros indios provenientes de la estirpe regia de los monarcas del Perú y a todos los indios y mestizos, sus parientes y amigos”. Las dos misivas aparecen asociadas con cinco figuras. Dos de ellas en blanco y negro son grabados y dibujos a pluma de los reyes Felipe IV (grabado 1662) y Carlos II (con añadido a pluma), cada uno de ellos calificado de Católico Inga. Otros dos dibujos representan en color escudos nobiliarios, algunos de cuyos cuarteles ostentan emblemas incas. Uno correspondería a Nuñez Vela; el otro de mayor jerarquía lleva tres cuarteles con símbolos incas: Serpientes, falcónida andina, mascapaycha, felino, arco iris. Y por último, como pieza principal, la pintura de un Inca joven de cuerpo entero cuyo nombre no aparece señalado. Tiene el índice derecho alzado en ademán de autoridad. No es posible saber si los autores de las cartas fueron también responsables de las pinturas o si las encargaron a un tercero. El Inca, personaje dominante, sostiene en su mano izquierda una alabarda de oro. También son de oro los hilos de la basta de su túnica negra y las joyas que adornan las muñecas, hombros, rodillas y empeines; así como el disco solar que ostenta en el pecho. Viste una túnica blanca bordeada de tocapus y con dibujos de cantutas en toda su parte frontal. En el lado superior a la mano derecha del personaje aparece un escudo en el cual los emblemas son incas pero acuartelados al modo español. Esos blasones parecen evocar en parte tanto a las primeras como a las segundas armas de los incas diseñadas por Guamán Poma de Ayala (sierpes, mascapaicha, Sol...). La impronta colonial estaría en el castillo o torreón de Sacsahuaman que en algo se parece sin embargo al Pacarec Tampu (Pacarina de los Tampu/Latcham) de las Primeras Armas. No es fácil ubicar al personaje de esta pintura. ¿Representaba a un soberano inca anterior a la conquista española?. ¿O a cualquiera de los miembros de la nobleza colonial cusqueña?. A favor de lo colonial estaría el arreglo heráldico y su parecido con el Retrato de Don Alonso Chivantopa ejecutado en fecha posterior. En discusión estaría el hecho de que este Inca no es decididamente un orejón aunque lleva dos aretes de oro, ausentes en la Procesión del Corpus, pero que no dejan de exhibirlos algunos retratos coloniales de incas nobles. Los adornos que ornamentan la cabeza del inca tendrían que ser examinados con mayor detención. Algunos de ellos reproducían modelos precoloniales: llawt´u, maskapaycha, tupaqochor. La impronta colonial estaría presente en el Suntur Paucar (ver Procesión del Corpus) adaptado a la cabeza –en miniatura, complejo– pero no opaca sin embargo la deliberada presentación arcaica de la vestimenta: la túnica es corta y arriba de las rodillas, los brazos desnudos... Para complicar todo, la vestimenta de este inca no coincide con ninguna de las descripciones que da Nuñez Vela con la excepción de Manco Capac sobre cuyo vestuario nada dice. ¿Es Manco Capac?. ¿O debemos preferir una figura colonial a pesar del vestido arcaico?.






De Bernardo Inga y Juan Nuñez de Vela no conocemos más de lo que ellos mismos revelan en sus respectivas misivas. El más importante como dijimos parece haber sido Juan Nuñez de Vela que no era indio sino mestizo y cuyo puesto de Racionero nos sorprende[1]. Por el lado español, Nuñez Vela descendía de un primo del Virrey Blasco Nuñez Vela. Por el lado indio sus antepasados eran don Francisco Comar y Don Felipe Carlos Sinchi Puma Inga, testigos y actores de la conquista española. Don Francisco Comar fue un equívoco héroe colaboracionista citado en la Historia de las Órdenes militares, escrita por Francisco Caro de Torres: durante el sitio del Cusco uno de los guerreros de Manco desafió a singular batalla y desde el bando español le respondió Francisco Comar Inga colaborador de los Pizarros; Comar obtuvo la victoria y se convirtió en hombre de estima y confianza para los españoles[2]. En cuanto a don Felipe Carlos Sinchi Puma Inca, otro de los abuelos de Nuñez Vela, fue el misterioso y elusivo embajador que llegó hasta Carlos V en nombre de los Incas. Habría sido leal a los conquistadores europeos “como lo demostró en Panamá de vuelta de España al Perú perdiendo la vida de un arcabuzaso que los rebeldes a su magestad le dieron”[3]. Premunido de sus parentescos y quizás también de sus conocimientos Nuñez Vela parece haber asumido el liderazgo en las gestiones que en España realizaba junto con Bernardo Inga. En la división de trabajo correspondió a Bernardo Inga insistir en el vínculo de los incas con la alta nobleza peninsular. Para ello asumió una postura genealógica que podríamos llamar oficialista. Según él la varonía de Huayna Capac feneció con la muerte de Don Melchor Carlos. Sólo subsistían las estirpes vinculadas a Coyas y Ñustas. Esta postura beneficiaba no solamente a los propios reyes españoles y a la negociación hecha por Sairy Túpac y su descendencia femenina sino que además permitía incrementar las aspiraciones de indios, mestizos y criollos vinculados fuese a la descendencia femenina inca o a las panacas anteriores a Huayna Cápac. Para Nuñez Vela quedaron reservadas las cuestiones genealógicas y dinásticas más difíciles. No quería herir la susceptibilidad hispánica pero tampoco perjudicar a su propio linaje. Así es como entendemos que a pesar de mencionar la legitimidad de la sucesión en Huáscar no lo incluye en su numeración como tampoco, por supuesto, al Inca Atahualpa. Para Nuñez Vela sólo fueron once los incas gentiles que terminaron con Huayna Cápac y no menciona a la línea Vilcabamba: Manco, Sayre Tupac y menos aún Tupac Amaru[4]. De modo que el emperador Carlos es mencionado como Inga XII. Con lo cual, según Nuñez Vela la gran monarquía hispana fue convertida en una monarquía mestiza. En línea sucesoria seguían Felipe el Prudente–Inga XIII, Felipe el Piadoso–Inga XIV, Felipe Grande–Inga XV, Carlos II Inga Católico XVI[5].
A pesar de esta simplificación Nuñez Vela no ignoraba los desacuerdos en las diferentes Capacuna, que respondían a intereses y rencores dinásticos antiguos mantenidos por los descendientes coloniales de las diferentes panacas incas. Algunas versiones podrían incluir a Urco como noveno inca (y de esa fuente lo transcribió Antonio de Herrera). Hubo que esperar hasta la derrota española e independencia criolla para que resucitara la memoria de algunos incas excluidos. Así fue el caso de Justo Sahuaraura, quien al respecto presentó dos versiones diferentes: en su impreso de París omitió la figura de Manco Inca y “saltó” de Atahualpa 13 a Sairy Tupac 15 para concluir con un Tupac Amaru sin numeración. Mientras que en la versión manuscrita omitió al inca Atahualpa y no solo colocó la imagen de Manco sino que incluyó a Sairy Tupac y al 16 inca Tupac Amaru para concluir en su propio pariente el príncipe Cristóbal Paullo como titular 17 de la varonía inca[6].
No nos detengamos en estas implicaciones genealógicas y políticas. Sin perjuicio de haber seguido al Memorial de fray Buenaventura de Salinas, lo que más sorprende en la carta de Nuñez Vela y su Real Serie de los Incas Gentiles es su aparente conocimiento de fuentes no convencionales sobre la historia Inca y sus coincidencias con algunas versiones de Guamán Poma. Antes que nada revela profunda enemistad contra el Inca Pachacutec, el Inca que con su honda lanzaba pedazos de oro al Sol–Anti, naciente. Pachacutec había sido “príncipe de aviesas y depravadas costumbres muy dado a la glotonería, ebriedad”. Bajo su reinado se cometieron abominables delitos y en castigo Dios envió siete años de sequía, hambre y pestilencia, terremotos, resacas del mar. Tanto que los habitantes creyeron había llegado el fin del universo “y por eso a este inca lo llamaron Pachacútec”. Tampoco simpatizaba con Yoque Yupanqui (mal agestado, de ánimo perverso) ni con la sed de oro de Capac Yupanqui o con el lascivo Inca Roca.
Por contraste Nuñez Vela elogia a Wiracocha Inga “que era hermoso afable y manso de corazón”. Tenía gallardo entendimiento y por discurso natural conoció la existencia de la primera causa y persuadió a sus vasallos que el Sol no era supremo dios sino que había un señor oculto en el cielo que mandaba sobre el Sol. No parece que esta opinión provenga exclusivamente de sus lecturas de Garcilaso de la Vega o Buenaventura de Salinas que Nuñez Vela citó. Correspondería esta actitud más bien a un viejo rencor entre las panacas incas. Hay indicios que la línea legitimista Huayna Cápac–Huascar fue contradicha por los miembros de la panaca Pachacutec (partidaria de Atahualpa) mientras que las de Wiracocha y Túpac Inga Yupanqui apoyaron a Huáscar. En todo esto Nuñez Vela se mueve más o menos en los mismos términos que la mayoría de los autores por entonces conocidos. En cambio intrigan las similitudes entre esta Capacuna de Nuñez Vela y la Capacuna de Guamán Poma de Ayala, a pesar de la distancia de cien años entre ambos autores. De los nueve incas que describe Nuñez Vela (sin mayor referencia a Manco Cápac) y con las excepciones de Inca Roca y Yahuar Huaca hay similitudes parciales en cuanto a la vestimenta en no menos de siete de ellos. En Sinchi Roca coinciden la borla o llauto carmesí/colorado, la camiseta rosada y el manto encarnado. En Yoque Yupanqui la manta amarilla y la camiseta morada, si bien Nuñez Vela no menciona las tres vetas de tocapo que cita Guamán Poma. En Cápac Yupanqui son iguales los colores de las mantas y parte de la camiseta. Como también el color de la manta en Huiracocha. Lo mismo en Pachacútec además del color anaranjado de la camiseta. O en la manta tornasol de Túpac Inga Yupanqui si bien Nuñez Vela no menciona los tocapos y, por último la camiseta verde y anaranjada de Huayna Cápac. En algunos casos Nuñez Vela, además de las coincidencias básicas, noticia características que no dio Guamán Poma: mariposas carmesíes de Mayta Cápac, plumas de varios pájaros en Inca Roca, pluma de guacamayo en Wiracocha[7].
Todas estas descripciones parecen relacionadas con una matriz muy antigua vinculada a expresiones tan diferentes como el Poquecancha, los blasones de panacas en keros tempranos no figurativos, las telas pintadas del virrey Toledo, los lienzos vistos por el cronista Garcilaso, los dibujos en blanco y negro de Guamán Poma, los dibujos a color de los colaboradores indios del cronista Murua (incluyendo al propio Guamán Poma para los esquemas básicos sin color)... Parecería que las dificultades de la comunicación lingüística entre indios y españoles impulsó un verdadero furor plástico. Los curas catequizaban con dibujos, los indios pintaban sus pecados[8] o dibujaban el secreto de los Ceques para Polo de Ondegardo... Ya en fechas más próximas a Nuñez Vela estaría la Procesión del Corpus[9]. Quizás por el mismo tiempo prosperaron las Efigies con la sucesión ininterrumpida de incas y monarcas europeos. Una de los más célebres hecha a mediados del XVIII guardaba el Beaterio limeño de Copacabana del que en fechas anteriores había sido Capellán Nuñez Vela. Ese lienzo evocaba tradiciones que lo vinculan con aquellos autores (Guamán Poma, Montesinos) que hablaron de las edades anteriores a los incas, edades que según Copacabana serían cuatro, correspondientes a otros tantos capitanes unidos a sus consortes. De modo que a los quince incas gentiles habría que añadir otros 104 anteriores a Manco Cápac que obviamente no aparecen en esta Efigie[10]. Otros ejemplares de estas Efigies fueron rematadas por la casa Sotheby´s (1983-1984). Aunque obras de diferentes autores coinciden en mucho las obras mencionadas, sea por conocimiento mutuo o por referencia a una tercera fuente: las mismas Armas del Imperio (Jaguar entre arbustos); la esposa de Manco Capac es Mama Huaco, hay un Inca intermedio entre Pachacutec/Tupac Yupanqui, incluyen a Huáscar y Atahualpa.
Ninguno de estos asuntos a los que nosotros hoy día damos prioridad tenían la misma importancia en la perspectiva de Nuñez Vela y de su asociado Bernardo Inga. Solo constituían el telón de fondo para respaldar ambiciosas gestiones. Entre otras las siguientes:
- 24 hábitos de órdenes militares para repartir entre nobles, indios y mestizos.
- Solicitud para que en todas las ciudades cabezas de obispado se fundara Colegios Reales donde los mancebos indios pudieran estudiar Gramática y Teología.
- Por aquel entonces lo habían nombrado Capellán de la iglesia limeña de Copacabana destinada a doncellas indias. Nuñez Vela pedía que el sitio fuera declarado Iglesia Real y se le reconociera por consiguiente como Capellán Real de la misma.
- Hizo también gestiones ante la Compañía de Jesús y escribió a su Prepósito general Tirso Gonzales para pedirle que los jesuitas del Perú admitieran a los indios y mestizos al estudio de latinidad “sin que los echen de las clases de gramática como de ordinario se experimenta”.
- Al mismo tiempo mantuvo relación epistolar con el padre Pablo de San Lucas que en el reino de Cerdeña era Provincial de la Congregación de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. Ese instituto se dedicaba a enseñar latinidad y ciencias a los sectores socialmente más pobres. Al parecer tuvo algún éxito, pues le respondieron positivamente y Nuñez Vela pudo ensoñar escuelas para indios en todo el Perú. Como aquella escuela solitaria que poco después (al alimón con los jesuitas) fundó en Paucartambo el magnate Márquez de Escudero.
Ignoramos el éxito que pudieron alcanzar Nuñez Vela y Bernardo Inga en lo que respecta a sus ambiciones personales. En cambio sabemos que fracasaron sus pedidos a favor de los indios peruanos. Lo pondrían en evidencia casi cincuenta años más tarde tanto la Representación verdadera como el Planctus indorum christianorum in America peruntina (Calixto de San José Tupac Inca, Antonio Garro, Isidro Cala y Ortega). Ninguno de ellos alcanzó en los siglos XVII–XVIII justicia civil y menos todavía amparo de la Iglesia porque “en América el Estado eclesiástico es como un mar lleno con sólo peces españoles”. Al final, cansados, hartos, terminaron muchos indios, nobles y del común, escogiendo el camino de Tupac Amaru, que tampoco condujo a nada; y así quedó nuevamente abierta la exasperación pentecostal.


 

____________________

Medidas 
A. Figuras: 1) El Inca: 29.3x21.1; 2) Escudo Nuñez Vela: 31.1x20.8; 3) Escudo Pariente Mayor: 26x14.5; 4) Felipe IV: 30x19.5; 5) Carlos II: 26.7x19.5.
B. Textos : 1) Carta Bernardo Inga: 24x15.8; 2) Carta Nuñez Vela: 26.5x16.
* Presentación a “El Inca Colonial”. Pablo Macera. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Centro de Producción Editorial e Imprenta. Febrero 2006.[1] En tiempos posteriores a la carta de Nuñez Vela conocemos el enredado expediente seguido por Esquivel y Navia para que sus colegas de la catedral en Cusco lo admitieran como Racionero a pesar de su bastardía (hijo natural del Marqués de Valleumbroso). Entre los argumentos que le valieron estuvo precisamente su descendencia de los incas peruanos aunque desde luego por una línea femenina que no afectaba la sucesión Sairy Túpac–Felipe II. Sin embargo, a fines del XVIII, Vizcardo y Guzmán resucitaría la fuerza política de estos parentescos no masculinos al mencionar los posibles derechos de gobierno que tendrían algunas familias peruanas (Valleumbroso, Ampuero).[2] El Inca Garcilaso parece contradecir esta versión pues atribuye un hecho parecido al cacique Cañari Francisco Chillchi. Chillchi llegó incluso a mandar pintar cuatro lienzos que representaban otras tantas batallas entre indios y españoles donde él figuraba como héroe colaboracionista. Esos lienzos fueron exhibidos en una Procesión, despertando la airada protesta de los vencidos incas cusqueños.[3] Se refiere a los partidarios de Gonzalo Pizarro.[4] Ni las fuentes españolas ni las fuentes indias más tempranas son muy explícitas acerca de la sucesión real, sobre todo para los últimos tiempos del imperio inca. Nadie sabe muy bien quién era Tupac Walpa (Toparpa); la mayoría deslegitima los derechos de Atahualpa y le llama bastardo a pesar de la poligamia imperial y de haber pertenecido a la panaca Pachacutec. Muchos aseguran que Huáscar no tuvo descendencia y casi ni mencionan a su hermana-mujer que murió después de la Conquista. Mayor es la incomodidad del lado español cuando se trata de Sairy Tupac. Para el matrimonio con su hermana y no su prima (ni tampoco hija o nieta de Huáscar como sugieren El Palentino y Gracilazo) tuvo que haber una Dispensa que no podía ser otorgada en forma legítima por ninguno de los prelados católicos residentes en el Perú. Fue una Dispensa sin precedente en toda la historia de la Iglesia Católica desde su fundación. Al respecto bien podrían existir documentos insólitos sobre la materia: a) en los archivos vaticanos; b) la correspondencia del Embajador español ante el Papa. En cuanto al primer Tupac Amaru los españoles sabían bien que el propio Sairy Tupac lo había reconocido como sucesor suyo. Quizá por eso los jesuitas incluyeron su figura en el famoso lienzo matrimonial inca-español.[5] Hubo funcionarios españoles que se escandalizaron de esta sucesión Inca peruano/Rey español y le dijeron a Nuñez Vela que no “falta otra cosa sino afirmar que el Rey de España fue indio y ponerle una camiseta”.[6] De paso digamos que en Justo Sahuaraura había algo más que vanidad nobiliaria al recordar su entronque con el Inca Paullo. En virtud de ese parentesco pudo invocar un derecho de legitimación a favor de sus propias hijas. Tuvo éxito porque gobernaba entonces Santa Cruz, hijo de cacica y muy dado a proteger la nobleza india no solo en cuestiones de protocolo sino también en las económicas: por eso amparó las llamadas tierras cacicales.[7] Ninguno de estos colores, figuras o imágenes fueron para los incas simples ornamentos. Mencionaré sólo el posible significado de los picaflores que abundan sobre todo en la plástica andina posterior a la Conquista. La razón probable es que la hibernación del picaflor fue interpretada como resurrección. Por eso quedaron los picaflores asociados a la figura del Taytacha temblores que no es otro que el mismo Huayna Cápac por resucitar. El picaflor inca-colonial era a su vez la expresión tardía de un complejo estético conceptual que desde los Formativos relacionaba al cactus con el Picaflor (día) y los Murciélago (noche).[8] Cf. Ramón Mujica Pinilla. Arte e identidad: Las raíces culturales del barroco peruano. En: El Barroco Peruano. Lima: BCP, 2002.[9] Carolyn Dean. Los cuerpos de los incas y el cuerpo de Cristo. Lima: UNMSM – Banco Santander, 2002.[10] Todavía sigue en debate cual fue la influencia que sobre estas evocaciones de lo preinca pudieron tener diferentes tradiciones europeas medievales y renacentistas y cuánto de todo eso tendría que ver con la combinación explosiva de diferentes proyecciones milenaristas judías y cristiano-indoamericanas: El Segundo Templo que postulaban Colón y los judíos expulsados de España, las ideas de Fiore reacomodadas por los franciscanos sobre el Nuevo Mundo-Fin del Mundo (Bataillon), la profunda necesidad mesiánico apocalíptica que tenían los indios del Perú para acortar y acelerar su Pachacutec con el fin que terminara de una vez el Reino del Hijo (con los españoles incluidos)… A ese respecto también sería pertinente preguntar si (además de Guamán Poma) pudieron subsistir otras memorias históricas indígenas anteriores y alternativas a la memoria oficial inca. Algunas veces nos encontraríamos ante un producto mixto con raíces indias y europeas y no a un simple calco indígena de lo europeo. No hace muchos años en conversación con Lorenzo Roselló le preguntaba acerca de la posible relación entre periodos históricos y ciclos astronómicos. Ya que la duración de los Pachacutec parecería coincidir con los de Precesión de la Tierra. Ciclos de Precesión que según Lorenzo Roselló explicarían el abandono reelaboración de aquellos edificios de algún modo vinculado a la observación astronómica y a sus relaciones con el acontecer histórico humano. De paso indiquemos que los Pachacutec tienen su propio signo o representación simbólica. Del mismo modo que el calendario anual desde las culturas preincas. Por ejemplo el complejo Paracas-Nasca representaba el vencejo, el cóndor, la orca, la araña…para simbolizar los meses y temporadas en que esos seres (mitad religiosos, mitad naturales) se hacían presente en su Naturaleza-Cultura.
Aprovecho también este pie de página para lo siguiente: los blasones de la nobleza indígena americana (sobre todo en México y Perú) reconocidos por la corona española tienen que haber originado expedientes de genealogía, méritos, servicios y probanzas. Esos expedientes fueron tramitados por el Consejo de Indias. Quizás derivados a oficinas-personas especializadas en: a) antecedentes históricos; b) efectos políticos; c) Heráldica. Las solicitudes desestimadas quedaron en archivo (¿p. ej. Guamán Poma?). Las que merecieron aprobación posiblemente fueron enviadas a las instancias del Rey de Armas español (y allí estarían todavía hoy). He sugerido a Cristóbal Aljovín y Ramón Mujica dedicar un tiempo a las búsquedas respectivas que completarían por el lado indio lo que en su momento hicieron Montalto y Lohmann para el Nobiliario americano en general.

No hay comentarios:

Publicar un comentario