sábado, 19 de mayo de 2012

HISTORIA DE LA PRESENCIA E INFLUENCIA ÁRABE EN EL PERÚ - Después del Descubrimiento

 Por: Jorge Paredes

La influencia árabe en el Perú empezó muy temprano, en el instante mismo de la conquista. Y entró por la sangre mora que llevaban los conquistadores. El propio Francisco Pizarro descendía de un adalid moro de Portugal (y probablemente su ascendencia lo llevaba hasta Mahoma, según hipótesis de José Antonio del Busto), y tanto Diego de Almagro como Nicolás de Ribera, el Viejo, el primer alcalde de Lima, tenían antepasados moros, que es como se les llamaba en España a los árabes que habían conquistado la península por ocho siglos.

Pero, además, las primeras mujeres blancas traídas al Perú fueron también moras. Habían sido tomadas prisioneras después de la reconquista de Granada y fueron traídas como esclavas o amas de llaves por los conquistadores, y algunas heredaron fortunas notables.

Por eso, mucho antes de que los primeros sirios, palestinos y libaneses llegaran al Perú, a fines del siglo XIX, en nuestro castellano ya existían cientos de arabismos, ya se comían los dulces con miel, los alfajores y picarones. Había ya edificios de arquitectura mudéjar, existían los balcones y las tapadas habían sido el coqueto símbolo de la Lima colonial, elementos todos de vieja estirpe árabe.

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Entre las mujeres moras que llegaron con la conquista, la que más destacó fue Beatriz de Salcedo. Ella estuvo en Cajamarca, en 1535, y no solo presenció la muerte de Atahualpa, sino también conoció y entabló amistad con las hermanas y mujeres del inca.

Beatriz tenía entonces 23 años y junto con su amo —y a la sazón pareja—, el veedor Pedro García de Salcedo, pasó de Cajamarca a Jauja y luego llegó a Lima a vivir frente a la casa del conquistador Pizarro.

En 1562, ya era viuda y rica. José Antonio del Busto cuenta, además, que ella fue la primera en sembrar el trigo en el Perú. “De cierta harina mal molida de España que se pasó a estas partes para hacer hostias sacó unos granos de trigo que halló y los sembró y florecieron”, escribe, maravillado, en uno de los ensayos de este libro (*).

Radicada en Francia, la socióloga y escritora Leyla Bartet estuvo unos días en Lima con ocasión de la publicación de este trabajo. Según ella (autora también de “Memorias de cedro y olivo”, otro trabajo sobre esta migración), el Perú colonial estuvo marcado por la cultura arábica-islámica de la que España estaba impregnada en el momento de la conquista. “Como muestra —asegura— están los cerca de cuatro mil vocablos de origen árabe que se encuentran en el español”.

¿Cuánto influyeron las mujeres moras en la vida cotidiana de la Colonia?

Esto lo menciona James Lockard, quien dice que entre 1630 y 1660 se encuentran muy pocas mujeres españolas en el Perú, y los conquistadores para tener una ayuda doméstica compran lo que se llaman esclavas blancas, que eran las moriscas que habían sido hechas prisioneras luego de la reconquista de Granada. Ellas se encargaron de las casas, y algunas se convirtieron en esposas de los españoles. Estas mujeres trajeron una serie de hábitos caseros, por ejemplo toda la dulcería colonial está impregnada de la repostería árabe. El seco de cordero tendría un origen sirio, y es preparado con culantro, planta que es también de origen árabe.

Sin embargo, la migración árabe propiamente dicha sucedió recién a fines del siglo XIX, ¿qué características tuvo?

Se produjo por la crisis del imperio otomano, del cual Siria, Líbano y Palestina eran provincias. Esto empujó a los árabes de esta zona a emigrar a América. Llegan a Brasil, Chile, Argentina y algunos pasan al Perú. Aquí se les conoció como turcos. Estos pioneros, como Said Sahurriyed, quien vino de Belén en 1884, y después los Salomón, los Kahhat, los Abugattás, los Majluf, llegaron con una idea vaga del país, atraídos por el deseo de progresar. Todos fueron haciendo su destino en el camino. Una vez instalados llamaron a sus familiares, formándose clanes vinculados al comercio. Otra característica es que estos árabes no eran musulmanes, sino cristianos ortodoxos, y muchos de ellos conocían el alfabeto latino.

Aportes árabes:

  • En la comida: los alfajores, que vienen de la palabra “alajú”, que quiere decir relleno.
  • El turrón, donde convergen varios aportes, incluido el africano.
  • La mazamorra morada, la mazamorra de cochino y sabores diversos, siempre con clavo y canela.
  • El escabeche, un plato de fusión, pero de origen árabe.
  • El seco de cordero y los estofados, así como el uso del culantro.
  • Un ejemplo de arquitectura mudéjar, de clara influencia árabe, es el Palacio de Torre Tagle.

[*] “La huella árabe en el Perú”, Leyla Bartet, Farid Kahhat (compiladores). Fondo Editorial del Congreso. Lima, 2010.


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